martes, 6 de septiembre de 2011

LUGARES COMUNES



Se inclina de bruces sobre la barra
y muestra sus pechos apretados
como dos enormes bolas de billar doradas,
y sé que hay quien chuparía del mostrador
el depósito redondo de sus vasos
como si fuese néctar, su esencia pura.
A ella no hay quien la toque, ella es sagrada.

Choca contra el cristal la piedra helada
de su bebida negra, y bebe un trago largo.
En el cuello tiene una nuez que sube y baja.

Para ver esto antes había que irse al barrio chino,
dice Manolo, y Germán se echa a un lado la boina
y se rasca la calva. Hasta yo me enamoro.

Dicen que es una provocadora nata.
Pero es un provocador como un demonio
tentador de alevines, maduros e inmaduras

y el gesto inconsecuente de sus labios
no reconoce sexo, horarios, razones ni posturas.

Es bello el maricón, como un demonio
disfrazado de Eva en plena jungla.
Provocador, consciente, me mira desde sus ojos
lánguidos y me pide otra cola con ron y con limón.

Esta la pago yo, le digo sin pensarlo.


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